Sleeper by MacKenzie Cadenhead

Sleeper by MacKenzie Cadenhead

autor:MacKenzie Cadenhead [Cadenhead, MacKenzie]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Montena
publicado: 2018-02-28T23:00:00+00:00


15

A Wes le cuesta hablar después de quedarse horrorizado al verme con la oreja vendada.

La primera vez que estamos solos en mi habitación no es tal y como yo había imaginado. Él se ha sentado en el antepecho de la ventana y se ha puesto a mirar el día soleado que ahora parece burlarse de nosotros. Yo estoy apoyada en el marco de la puerta. Aunque estamos en mi terreno, algo en su conducta —está profundamente sumido en sus pensamientos— hace que me sienta como si tuviera que esperar una invitación.

—El instituto apesta —dice al final, sin dejar de mirar por la ventana—. Y se supone que de eso sé. He estado en tantos centros que deberían considerarme un experto.

Me ablando un poco y me acerco al borde de la cama.

—¿Recuerdas quién eras la semana pasada? —pregunta.

—A ver... ¿Sarah Reyes? —arriesgo.

—No. Eras Gigi.

Mi cuerpo retrocede como si hubiera recibido una bofetada. Empiezo a protestar, pero Wes levanta una mano para pedir que me calle.

—La primera vez que te vi no fue en un sueño. Fue una semana antes de entrar en el instituto, cuando hacía el papeleo para matricularme. Tú te pavoneabas por los pasillos como si fueras la dueña. Sonreías a todos los que se cruzaban contigo y te reías de cada uno de los comentarios que Gigi hacía sobre ellos en cuanto no podían oírla. —Niega con la cabeza—. Siento decirlo, pero en cierto modo eras todavía peor que ella. Porque tú sabes lo que es ser imperfecto. Imperfecto no por tener las cejas juntas o cecear, sino por algo mucho peor.

—Bueno, si soy tan terrible, ¿por qué estás conmigo?

Aunque mis palabras son acusatorias, tengo la impresión de que el desafío va tan dirigido a mí como a él. No es que yo no sepa exactamente a qué se refiere. En estos últimos días he experimentado en carne propia lo que es ser víctima de la ira de Gigi, y mi culpabilidad respecto a sus crueldades pasadas ha estado remordiéndome la conciencia seriamente. Tenía tanto miedo a perder mi lugar en la escala social que me permitía toda clase de maldades, lo que hace que me sienta muy mal. Pero es mucho peor oírselo decir a Wes. En mi fuero interno, se enfrentan la culpa y la rabia. Me llevo las manos a la barriga y aprieto.

—Estoy contigo —dice— porque ya no eres aquella chica. Has caído del pedestal, pero sigues de pie. No pisoteas a personas inocentes para recuperar tu lugar, pero tampoco te has dado por vencida. Tú, Sarah Reyes, eres una fuerza de la naturaleza. —Una leve sonrisa le ilumina la cara—. Y si empiezas a utilizar esos poderes de manera positiva..., serás el tipo de chica que me interesa.

—Supongo que debo darte las gracias.

Aunque mi réplica balbuciente no revela nada, me alivia sentir que alguien me perdona, y la visión que tiene de la que ahora soy me emociona.

—Dime una cosa —pide, inclinándose hacia delante—. ¿Cómo te has sentido hoy al ver que a Gigi se le habían bajado los humos?

—No muy bien.



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